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La Universidad de Murcia (UMU) ha concedido su Medalla de Honor a La Fundación Poncemar de Lorca por su colaboración para el desarrollo del espectro académico y formativo del Campus de Ciencias Sociosanitarias. La facultad lorquina, promotora de la propuesta, destacó como principales méritos de la fundación la implantación de la Cátedra de Gerontología y la reciente construcción de un centro de día para ancianos que se destinará también a la formación, investigación y prácticas de los alumnos de Enfermería, Nutrición y de la futura titulación de Terapia Ocupacional.
El consorcio gestor del campus de Lorca, presidido por el consejero de Empleo, Investigación y Universidades, Miguel Motas, se sumó a la iniciativa que fue aprobada por el claustro de la UMU. El consorcio mostró su «más cariñosa felicitación» a los patronos y trabajadores de la fundación «por tan merecida medalla, por la callada y constante labor que desarrollan día a día y por su esfuerzo y capacidad de innovación».
«Es como si tuviera muchas abuelas», dice Melina Vélez, estudiante de Enfermería, una de las voluntarias de la Fundación Poncemar que forma parte de la iniciativa puesta en marcha para aliviar la soledad no deseada de personas mayores. Acude cada semana a su encuentro intergeneracional en la residencia de ancianos de San Diego, en Lorca, donde la esperan en el patio una decena de octogenarias, en esta ocasión para la lectura de ‘El conde de Montecristo’, de Alejandro Dumas. «Cada una leemos una página y al final hacemos un comentario. Ya nos queda poco para terminar el libro», explica con entusiasmo María de los Ángeles Alonso, una de las residentes. «Me gusta que venga gente joven a vernos porque, si no, el día se hace demasiado largo», añade.
La Fundación Poncemar creó el pasado mes de abril el Banco de Voluntariado para el acompañamiento a personas mayores en situación de vulnerabilidad, abierto a quienes deseen dedicar su tiempo libre a mejorar la calidad de vida de los ancianos. Un total de 35 personas, sobre todo estudiantes y personas de mediana edad, se han sumado a la iniciativa. Acuden, además de a San Diego, a la residencia Domingo Sastre, al hospital Virgen del Alcázar, el centro de día de la Fundación Poncemar y a una docena de domicilios particulares. Cada uno elige la actividad que desea hacer y su periodicidad, según el tiempo libre del que disponga.
Además de la lectura, otras actividades para frenar el deterioro de la capacidad cognitiva de las personas mayores que realizan son talleres de manualidades, jugar una partida de bingo o simplemente darles conversación y ponerles al día de la actualidad. «Se adaptan al perfil de los destinatarios, que suelen ser muy receptivos a estas presencias externas», confirma a LA VERDAD la directora de la residencia San Diego, María José Navarro.
Otras 20 personas se encuentran recibiendo una formación previa para incorporarse al banco de voluntarios, que concluye con la firma de un compromiso de voluntariado. Aprenden a tratar a los ancianos según el tipo de envejecimiento y las limitaciones que sufran, asegura la psicóloga de la fundación, Ana Giménez. «Estamos muy satisfechos con la buena acogida de este proyecto», admite.
No reciben prestación económica alguna, pero a los universitarios se les reconoce con créditos CRAU de la Universidad de Murcia (por participar en actividades culturales y sociales) y el resto puede canjear ese tiempo empleado por descuentos en comercios y servicios de ocio y tiempo libre que se hayan adherido a la iniciativa de la fundación.
Giménez destaca que esta compensación queda en segundo plano porque lo más importantes es que siempre se crea un vínculo entre los voluntarios y los ancianos. Melina no puede ocultar su debilidad por Isabel Ruiz, otra residente de San Diego, que empieza a acusar los primeros síntomas de la enfermedad de alzhéimer. «Le he cogido mucho cariño; es como si fuera de mi familia», reconoce.